martes, 2 de noviembre de 2010

CONMIGO ACABA EL INDIGENISMO



                  
                                                
 
    Por fin ha llegado el momento de liquidar y saldar cuentas con el indebido uso de la palabra indigenismo y sus derivados semánticos. Se trata de un término discriminatorio y excluyente que ha hecho mucho daño a la cultura peruana. Aunque ahora se le usa menos para designar a acepciones y temas andinos. Sin embargo, no se puede negar que ha quedado grabado en la memoria social de muchas generaciones “formadas” con ese concepto, en los parámetros de una educación al servicio de la despersonalización cultural, individual y colectiva. No hay necesidad de escribir una historia de los términos indigenismo ni indigenista. Pero su peyorativa aplicación tuvo y tiene más presencia en la mentalidad hispano criolla excluyente, en la necesidad de “clasificar” las expresiones que no pertenecen a la cultura dominante, sino a las que provienen de la periferia. Así, los críticos, la academia y el canon, impusieron este mote. Los escritores que aceptaron o no quedaron sepultados, fueron desterrados del parnaso oficial.
     Se trata de una expresión mediante la cual se clasifica en cultura oficial y cultura soterrada. Viene a ser una calificación que denota colonialidad, evidente distancia y desprecio de parte algunos críticos formdos en la academia. Expresa también un sentimiento que se practicó en la colonia y que ahora con la neoconielidad, se acentúa más porque se le aplica el concepto de utopía arcaica. Entonces, la tarea que hemos heredado quines crremos en una cultura descolonizantes, es desindigenizar también la literatura. Crear una nueva crítica literaria desestructurante, una visión desmemorizante, una historia fundada en una dialéctica capaz de revisar lodos los conceptos para instaurar otros.
   El discurso oficial para desautorizar los logros de la literatura andina consiste en los siguientes argumentos: Nadie les ha autorizado a los mestizos para representar a los indígenas, concretamente a los indios. Ninguno es capaz de hablar en nombre de una gran mayoría que no tiene voz. Los libros que han escrito resultan de la imaginación y no reflejan la realidad social. Si los metizos tienen su propia realidad, ¿por qué no hablan de sus problemas? En resumen: Nada de lo escrito tiene valor porque no es la auténtica voz de los marginados, de los indios, de los indígenas, de los invisibles, de quienes caminan descalzos hace siglos, de los parias del sistema. En cambio, nosotros sí lo hacemos mejor porque no tocamos esos temas en nuestra literatura. Los poblemas de los serranos que los resuelva las ciencias sociales, la literatura nada tiene que hacer con esos temas.  
    Pero ese razonamento no es nuevo, es más bien reaccionario, conservador y hasta racista. Se ha remozado con nuevos argumentos y lenguaje. Lo que ha sucedido últimanente para no retroceder mucho tiempo atrás, es que las editoras transnacionales no aceptan ni promueven libros que cuestionan al sistema. Por ejemplo, no harían grandes tirajes de libros de René Depestre, Noam Chomsky, menos aun de Naomi Klein, solo para citar a unos cuantos escritores que han generado una corriente crítica del eje hacia la periferia. Quieren hacernos creer que el indigenismo fue una lastre, más una pose pose, una moda que no permitió la emergencia de voces  que provinieran del fondo de los cimientos sobre los cuales se edificó una sociedad injusta.           
    Sin embargo, todo empezó con el concepto y práctica de la otredad. Es decir, con la invasión de los ejércitos del Reino de España al continente que después se le puso el nombre de América. Los españoles vieron a los habitantes del Tawantinsuyo, a las personas de otras culturas ancestrales como bárbaros, salvajes, idólatras, como a una especie bastante parecida a animales-hombres. A los antiguos peruanos de hecho les negaron el alma pero sobre todo sus derechos. Con la complicidad de virreyes, encomenderos, teólogos y pontífices, fueron convertidos en animales de carga, obligados a trabajador sin ropa ni alimentos en las minas y obrajes.
     Pero hay un hecho reciente que sirve para ayudarnos en esta reflexión. En la ciudad de Cusco se llevó a cabo el Congreso Internacional por el IV Centenario de los Comentarios Reales de los Incas, cuyo autor es el Inca Garcilaso de la Vega y convocó a profesionales en ciencias sociales y humanidades de las universidades de América y Europa, evento académico que duró del 19 al 21 de agosto del 2009. Con esa ocasión se pudo apreciar que se han realizado, en diversas universidades, nuevas lecturas e interpretaciones acerca de la obra de Garcilaso. Ha llamado la atención, sin embargo, que estuviera ausente la necesidad de revisar el significado de la palabra indigenismo. El tema debió ser encarado en base de una sola pregunta: ¿El Inca Garcilaso fue un escritor indigenista? Aunque la palabra fue mencionada varias veces, nadie sostuvo una tesis a favor o en contra. Ese hecho tiene un gran significado, demuestra que su uso es cada vez menos. Lo que ha interesado es conocer hasta dónde es posible determinar su influencia en la formación de las ideologías de la resistencia cultural, en el desarrollo de las diversas mentalidades y nacionalidades. Seguramente que se podrán leer todas las ponencias después, pero cuatro conclusiones es posible adelantar:
1.- Más allá del valor literario e histórico, Los comentarios reales, influyeron en la ideología de los movimientos independentistas de América. 2.- Los Comentarios reales deben servir para acrecentar una conciencia crítica y sentimiento de un nacionalismo revolucionario, como respuesta a la perversa globalización del sistema de las transnacionales. 3.- No será posible plantear ningún esquema de un proyecto histórico americano, sin la presencia de los valores culturales y visión de futuro que tiene la obra de Garcilaso. 4.- Con los libros de Garcilaso es posible estructurar un discurso descolonizante de la historia, de la visión del mundo y construir una historia diferente de lo que han escrito los historadores prohispanistas.   
   La primera parte de Los Comentarios reales, apareció en 1609, en Lisboa publicada por Pedro Craasbeck. Fue escrito a partir de recuerdos de la infancia y juventud, escuchando a sus parientes, a través de contactos epistolares y visitas a personajes destacados del Perú. Se trata de uno de los logros más fehacientes en vista de que circulaban versiones lindantes con la ficción y la impostura. La segunda parte fue publicada en Córdoba, en 1617, con el título Historia general del Perú.
     ¿Cuántas veces Garcilaso escribe la palabra indio en sus libros? Muchísimas veces. Si nos preguntáramos ¿se sentía indio?, ¿acaso se sentía español?, ¿se expresaba como mestizo? Esa es la cuestión. Para no hablar de números de palabras, es preciso señalar que cuando escribe indio, quiere decir nosotros, no ellos. Indios para Garcilaso son los peruanos, no los mestizos. Los mestizos son personas que tienen más de españoles que de peruanos. Entonces, ¿Garcilaso fue el primer escritor indigenista? No. ¿Fue un escritor indio? Tampoco, para esa discusión está presente Felipe Huamán Poma de Ayala.    
    No podemos dejar de mencionar a Bartolomé de las Casas, considerado como uno de los fundadores del Derecho Internacional Moderno y el [Derecho de las Gentes. No vamos a teorizar acerca del Derecho Natural, el cual fue tomado del D[erecho Medieval y la filosofía estoica. De las Casas sostenía, por razones religiosas, que los antiguos peruanos tenían uso de razón, tal como los antiguos griegos y romanos. Entonces, como criaturas racionales eran seres humanos. Su contribución a la teoría y práctica de los derechos humanos está presente en su libro Brevísima Relación de la Destrucción de las Indias, que en realidad viene a ser el primer informe moderno sobre derechos humanos. En él describe las atrocidades a las que fueron sometidos los antiguos habitantes de Abya Yala, por los invasores españoles. Su libro fue publicado en el año de 1552. Sin embargo, la diferencia con Garcilaso está en que cuando el cura escribe o dice los indios, los indígenas, los nativos, dice los otros, no nosotros. Ellos no son nosotros, ni nosotros no somos ellos. Ellos son así porque han nacido aquí, son indios con alma. Sus observaciones y denuncias provinieron desde la concepción cristiana del mundo y los seres humanos. ¿Bartolomé de las Casas fue indigenista? Hay quienes lo consideran un precursor del indigenismo, precisamente por haber asumido la defensa de “los indígenas” del denominado “Nuevo mundo” para la cultura oficial hispana.
   Según la academia y el canon oficial que se repite hasta el hastío y cansancio, son escritores indigenistas son: Narciso Aréstegui, Clorinda Matto de Turner, Juan Bustamante, Gamaliel Churata, José María Arguedas, Ciro Alegría y Alejandro Peralta. Pero para establecer una continuidad, han creado la palabra neo-indigenismo y allí están ubicados desde Mario Florián pasando por Kilku Waraqa, hasta Manuel Scoza.
 El caso de Efraín Miranda Luján es una anécdota singular que es necesario mencionar. Miranda pretende pasar de indio aunque sabe que los aymaras con queines trabajó no aceptan ese mote. Pero además, han aparecido algunos gratuitos exégetas que no conociendo el medio cultural, le han otorgado el título de “Poeta indio”. Es decir, le dan dado una categoría e identidad que no tiene sustento real porque el indio, como persona, no existe para las culturas quechua ni aymara. Nadie se dice indio, nadie usa ese mote entre quechuas y aymaras. Salvo para quienes se aferren a conceptos académicos trasnochados. ¿Miranda poeta indio? ¿Por qué no le preguntan a los niños aymaras de Jach’a winch’uqa si se sienten indios? ¿Qué dirían los padres de familia si supieran que el profesor Miranda era un profesor indio? El error está en considerarlo como poeta indio o indígena, cuando se trata de un docente primario mestizo, además no habla aymara porque según decía: “Esa lengua está destinada a desaparecer, no será fácil que los campesinos aymaras lleguen al poder. Todo indica además, que la migración del campo a la ciudad impedirá que esta lengua prevalezca frente al español”. No le falta razón, así también lo ha señalado en un informa la UNESCO. El aymara está amenazado de desaparecer si es que los gobiernos del Perú, Bolivia, Chile y Argentina, no desarrollan una política cultural, conjunta, mutua y alternativa.
    Miranda es un poeta de izquierda, en su juventud se sentía marxista, durante su paso por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos fue un activista cumplido y disciplinado. De modo que no se trata de un poeta con orfandad ideológica ni mucho menos de un “aeda indígena”, sin cultura literaria, mo es un escritor autodidacta. Al contrario, es un gran conocedor de las ciencias sociales contemporáneas, pero muy particularmente de idioma español. Sin embargo, para desencanto y desilusión de sus corifeos, Miranda por si acaso, tampoco se hace el indio ni aparenta serlo. Eso de poeta indio es una invención de parte de quienes valoran inadecuadamente el significado de su excelente poesía, añadiéndole sin necesidad esa denominación que seguramente le hará mucho daño en el futuro.
Ya una vez lo dijimos pero vale la pena reiterarlo: Efraín Miranda es el último poeta mestizo a quien se le denomina indio, (aunque también a veces parece gustarle la pose). Se han esgrimido varias razones para llamarle así, sin convencer en absoluto los argumentos que se han expuesto. ¿Se debe llamar poetas indios a quienes ahora escriben en aymara y quechua? No. ¿Pero si los temas y visión del mundo andino son casi los mismos? ¿Bertha Villanueva es poeta aymara monolingüe? Sí. ¿Juan de Dios Yapita es un poeta indio? No. ¿William Hurtado de Mendoza y Odi González son indios No. Son indigenistas? No, ahora se debe hablar de poetas aymaras y quechuas, nada de neo-indigenismos ni neo-quechuas o neo-aymaras.
    Tampoco se puede negar que las palabras indígena, indio, nativos, naturales no contactados, tengan un fuerte contenido ideológico. Quien le dio una connotación de orden político fue Manuel González Prada. Después, José Carlos Mariátegui usó esta palabra para alentar una literatura de carácter raigal y en formación histórica. Hasta que su uso pasó a la academia y tuvo una gran vigencia en países con poblaciones ancestrales. Finalmente se oficializó el uso del término desde 1940 cuando se celebró el I Congreso Indigenista Interamericano en Pátzcuaro, en México. Habría que añadir que en el Perú, Ecuador y Bolivia se optó este término “para la educación indígena”, como quien dice para los vencidos y desterrados del sistema.
En 1941 se creó el Instituto Indigenista Interamericano con sede en México. Enseguida casi todos los países vieron la necesidad de acoger a esta institución, que sin duda ha proporcionado valiosos resultados de investigación social. Sin embargo, el aporte de las ciencias sociales ha permitido superar muchos errores tanto de forma como de fondo. La prueba es que ahora muy pocas personas usan el término indigenismo, salvo quienes hayan quedado desfasadas frente al tiempo histórico en el que vivimos. La historia crítica, la sociología, la antropología, la sicología social y la lingüística, han demostrado que no hay culturas mayores ni menores, superiores ni inferiores, cada una tiene sus propias características.               
   Se ha llamado escritores indigenistas a quienes trataron o desarrollaron: “Temas referidos a los pobladores originarios de una región”. No se les ha considerado como narradores latinoamericanos, mágico-realistas ni novelistas de las culturas americanas. La cultura dominante tiene sus críticos y ellos creen que deciden el curso de la historia de la literatura, cuando no es así. Veamos lo que dice La Enciclopedia Salvat. Volumen 11, Indigenismo: “Condición o calidad de indígena. Estudio de los caracteres, valores y estructuras culturales y sociales de las poblaciones indígenas o autóctonas de Hispanoamérica. Conjunto de ideologías políticas, sociales y culturales ligadas generalmente a organizaciones y partidos de izquierda, que se propone la incorporación de los indígenas de América a la estructura y nivel de vida propios de los países en que residen, sin alterar su fisonomía étnica ni su bagaje cultural propio, en contraposición de la orientación asimilada de la cultura europea. (Página 8036).           
  Sería una omisión grave no referirse a un libro como La Utopía arcaica. José María Arguedas y las ficciones el indigenismo de Mario Vargas Llosa. La tesis es sencilla: José María Arguedas se equivocó porque trató de novelar una realidad que le era ajena y a pesar de vivir en ella, no la supo entenderla, más bien la tergiversó. Eso le causó traumas que no supo afrontar a lo que es preciso añadir sus dolencias físicas desde la adolescencia. Entonces, como no pudo entrar al boom literario, se hizo un ¡Bum! en la cabeza. Basta, es un libro escrito de mala fe para decir: “Fíjense en mí, yo soy mejor escritor que él, he ganado más premios y me han postulado para el Premio Nobel. Sin embargo, si no me dan la importa debida me contento con lo que hasta ahora he conseguido. Ni Vallejo ni nadie de los escritores peruanos son más importantes que yo”. Las palabras indigenismo y lo telúrico, tienen en las reflexiones de Vargas Llosa un hondo menosprecio, una connotación racista y desprecio. En el fondo, tiene el propósito de borrar de la literatura en español la presencia de Arguedas, pero ha sucedido que su tesis ha generado una infinita admiración al autor y cada vez se lee más Los ríos profundos.
   Menos mal que a mí no me han motejado de escritor indigenista, aunque no han faltado críticos que hayan aseverado que soy un neo- indigenista. Lo que ha sucedido es que he escrito poesía, cronivela, cuento, poesía para niños, novela experimental, ensayo, historia social, he publicado textos en el periodismo y finalmente he escrito en aymara y en español. Yo no soy indio ni me siento indio. Yo no uso el término indio para aparecer como tal como poeta, narrador o ensayista. Yo no escribo como indio porque los indios no existen en el Perú. Existen los aymaras y quechuas. Nunca he dicho que me siento ni soy un indigenista en pleno siglo XXI. No vivo ni hablo como indio porque nadie vive así en el Perú. Sería una impostura si dijera que soy un indio moderno, mentiría si dijera que me siento un neo indio. Tampoco soy un aymara cuya lengua materna es el jaqi aru. No tengo necesidad de disfrazarme de cholo, de indio ni de indígena para escribir sesenta seis libros, de los cuales hasta ahora he publicado cincuenta. Además soy adivino en coca, un lector de la suerte en coca, un yatiri moderno, citadino que hace pagos a la pacha mama, así lo demuestra mi libro: Yatiris, adivinos andinos.    
      Escribo en aymara y por eso menos mal que no me han motejado de indio o indígena, soy un aymara que tuvo la suerte de haber estudiado en la Universidad de San Marcos y vivido, estudiado en París. Haber sido docente primario y secundario, además funcionario del Estado Peruano. Pero mi vocación de escritor estuvo siempre sobre todas las contingencia, avatares, amarguras y alegrías. No me siento frustrado ni estoy amargado. Me siento más bien un aymara universal sin traumas culturales ni personales. De allí que no sea posible emplear el desdichado vocablo indigenista para clasificar inadecuadamente a los escritores más importantes y ojalá que los críticos no repitan conceptos trasnochados, ofensivos y segregacionistas.
    Entonces, conmigo acaba el indigenismo y empieza una literatura inscrita en el concepto de la descolonización cultural. Aunque todavía no me han bautizado adecuadamente, yo me siento un escritor aymara, andino, dialéctico y universal. Por eso, creo que es necesario revisar de una vez por todas, esa malhadada palabra. Permítaseme decir una vez más entonces,  conmigo acaba el indigenismo.         
       


PALMA Y LAS FUENTES DE LA HISTORIA.


Foto: Óscar Rátegui
            Uno. REALIDAD DE LA LECTURA EN EL PERÚ.

   La memoria social así como la memoria histórica que tenemos la mayoría de los peruanos, está impregnada de un fuerte acento colonial. En gran  medida está cimentada, deformada y alimentada por textos de Ricardo Palma. Esa verdad fluye del hecho de que ni los profesores de educación primaria ni secundaria, tengan textos de historia descolonizada y menos una biblioteca escolar en cada centro educativo, con un adecuado y moderno fondo bibliográfico. Como en la educación y secundaria se carece de bibliotecas y las ediciones de los libros de Ricardo Palma son baratas, entonces están al alcance de maestros que tampoco pueden adquirir libros para leer, menos de historia para implementar procesos de contrainvetigación y desestructuración permanentes (1).
   Al llegar los alumnos primarios a la secundaria, los maestros dejan tareas de lectura y entre los libros que recomiendan están por lo general Las Tradiciones Peruanas de Ricardo Palma (2). Así, debido a que el Estado no crea y menos incrementa bibliotecas escolares en cada centro educativo del Perú, como no nombra ni contrata a bibliotecarios profesionales, las fuentes de información se reducen a unos cuantos libros usados, en la mayoría desfasados (3).
   Los exiguos sueldos de los maestros, la cada vez más deprimida economía de los padres de familia, la falta de una editorial a cargo del Estado-nación, hace que los niños no lean y los jóvenes prefieran informaciones de Wikipedia que ahora pueden hallar fácilmente en Internet (4). Esta reflexión procede de mi experiencia de docente de educación primaria y secundaria durante más de veinticinco años.
    Cuando en 1967 trabajé como profesor de una escuela de Ácora, situada en la provincia de Chucuito, departamento de Puno, los alumnos no tenían textos para leer y cuando volví a visitar esa misma escuela, 30 años después como funcionario, constaté que nunca se había comprado ni un solo libro.
Cuando fui director de la Biblioteca Pública de la municipalidad de Puno, era común que los alumnos de los colegios pidieran libros para resolver las tareas que dejaban los profesores. Los alumnos copian los textos al pie de la letra y así todo está solucionado. Durante los años que fui docente en el Colegio Melitón Carvajal, en Lima, los alumnos de los últimos años solo podían comprar libros de tres soles, siempre de cuarta mano, sucios, parchados y usados, remendados en la Cachina, en Las Malinas o en Polvos Azules.
    De modo que esta dolorosa realidad, este hecho a mí no me lo han contado, es una experiencia de docente muy frustrante a la vez que dolorosa. Lo peor es que hasta ahora no hay ninguna respuesta válida desde el punto de vista pedagógico del ministerio de Educación. El Plan Lector no está diseñado para editar libros conociendo la compleja realidad cultural del Perú. Es que no se trata de publicar por publicar, primero es preciso diseñar una política cultural integral. Ese hecho significa modificar las funciones del ministerio de Educación y del INC, crear un ministerio de Cultura coherente, pero más pueden los intereses económicos y personales, los lobys de las editoras transnacionales, que el supremo destino cultural del Perú.

Dos. PALMA Y LA HISTORIA DOCUMENTADA.
    No ha sido posible hallar un trabajo de investigación que compare y coteje con las fuentes escritas, documentos, manuscritos y memoriales, las referencias históricas de Ricardo Palma. Sin embargo, sus textos tienen un asidero en fuentes confiables. Se trata entonces ahora de saber cómo es que llegó a ese conocimiento, ese es un tema pendiente y que los historiadores, más que los escritores, deberán alguna vez encarar.
   Uno de los textos importantes de Ricardo Palma, es el que titula El corregidor de tinta. El tradicionalista empieza diciendo: “Era el 4 de noviembre de 1780, y el cura de Tungasuca, para celebrar a su santo patrón, que lo era también de su majestad Carlos III, tenía congregados en opíparo almuerzo a los más notables vecinos de la parroquia y a algunos amigos de los pueblos inmediatos que, desde el amanecer habían llegado a felicitarlo por su cumpleaños” (5)
     Palma se refiere al cura Carlos Rodríguez, quien tenía como invitado especial a José Gabriel Túpac Amaru II, cacique de Tungasuca. Enseguida escribe: “El nuevo personaje llamábase Antonio de Arriaga, corregidor de la provincia de Tinta, hidalgo español muy engreído con lo rancio de su nobleza y que despotizaba, por plebeyos, a europeos y criollos. Grosero en sus palabras, brusco de modales, cruel para con los indios de la mita y avaro hasta el extremo de que si en vez de nacer hombre hubiera nacido reloj, por no dar, no habría dado ni las horas, tal su señoría” (6).
    Todos los historiadores coinciden en señalar que Arriaga efectivamente, llegó tarde al almuerzo y ese hecho preocupó a Túpac Amaru. Es preciso anotar que durante el juicio al Padre de la Libertad que es José Gabriel Túpac Amaru II, su esposa, sus hijos y contra quienes tuvieron distintas responsabilidades, se comprobó que la insurgencia debía haber empezado el 2 de octubre, pero tuvo que ser aplazada. Ahora podríamos decir con certeza que si no llegaba el corregidor de Tinta Antonio de Arriaga, nuevamente se hubieran diferido las acciones por la abolición del yugo impuesto por España.
    Todos los corregidores eran odiados y malvados. La explicación es simple, las funciones de exacción, abusos y muertes que ocasionaban se debía a que pagaban una dote. Es decir, compraban el puesto en un alto precio, luego debían resarcirse de los gastos para regresar con una gran fortuna y comprar terrenos en España o adquirir una hacienda en Lima. Pero también comprar un cargo de mayor jerarquía en la administración colonial y terminar siendo un potentado. Sobre todo, para escalar en la sociedad dominante de la Colonia. Arriaga es un ejemplo de esa especie de personas solo piensan en ganar, en acumular capital a costa del dolor humano y pobreza de quienes trabajan ganando una miseria.
  
Tres. SIGNIFICADO DE LA INSURRECCIÓN DE TÚPAC AMARU.
Luego de ser capturado Arriaga fue conducido maniatado, encadenado y encerrado en un pequeño cuarto en el pueblo de Tugasuca. Pero exigió saber las razones por qué estaba preso y le hicieron conocer  que era “por razones superiores”. Pidió ver la orden escrita y entonces, acudió el cura López de Sosa, quien lo persuadió de que todo era legal y es más, se prepara para afrontar la pena máxima de la horca en la plaza, todo debido a sus acciones negativas. Arriaga confesó, comulgó y el 8 de noviembre se le leyó la sentencia.
    El 10 de noviembre de 1780, José Gabriel Túpac Amaru II, “montado en su caballo blanco y vestido de terciopelo negro, con su espada militar” (7), después de haberse leído un bando, presenció la ejecución; es decir, el ahorcamiento del corregidor. Es verdad que se rompió la soga y Arriaga corrió hacia el templo, pero fue capturado y con una reata gruesa, el afrodescendiente Antonio Oblitas, finalmente le quitó la vida.
   Así empezó la larga lucha por la Independencia del Perú y de América. Como dice Carlos Daniel Valcárcel: “El sábado 4 de noviembre de 1780 – día de San Carlos Borromeo - estalló la gran rebelión. Un contemporáneo la califica de la más grande conmoción que había sufrido el Perú desde la conquista. En Yanaoca a tres leguas de Tinta, el cura Carlos Rodríguez ofrecía una comida con el fin de celebrar su cumpleaños y el natalicio del rey Carlos III” (8). Luego añade: “Procedente de los pueblos ‘altos’ llegó el corregidor Arriaga. Comió y conversó ‘hasta la cuatro de la tarde’ hora en que se despedía para volver a Tinta urgido por despachar correo”(9).               
   Los historiadores que se han ocupado de estudiar y analizar los hechos con los que empieza la revolución por la  Independencia de América, coinciden en señalar que Túpac Amaru II proclamó la abolición la mita de Potosí, los trabajos crueles en los obrajes, la servidumbre de las haciendas, los impuestos, la alcabala, proclamó la libertad de afrodescendientes y libre determinación de quechuas y aymaras. (Nosotros no usamos la palabra indio por tener una connotación excluyente, racista, discriminatoria). 
    Ahora es posible saber mucho más de historia que en el tiempo de Ricardo Palma. Han sido muy importantes las contribuciones de Boleslao Lewin, Carlos Daniel Valcárcel, Jorge Cornejo Buroncle, Virgilio Roel, Juan José Vega, John Rowe, Scarlett O’Phelan, John Fisher, Oscar Cornblit, Jan Szeminski, Pablo Macera, Emilio COI, Edmundo Guillén Guillén y Alberto flores Galindo. Pero sobre todo debido a la Colección Documental de la Independencia del Perú (10), en la que aparece el expediente completo acerca del juicio montado por los españoles contra Túpac Amaru II.  
   La pregunta es: ¿Dónde se documentó Ricardo Palma para escribir este texto? Sin duda siendo lector de documentos antiguos como director de la Biblioteca Nacional. Pero trasunta su ideología frente al tiempo histórico que te tocó vivir, expresa en su lenguaje a una sociedad escindida y hasta ahora marcada por la exclusión, expresamente estratificada, colonizada. También su visión del mundo, como su toma de distancia de los hechos de la insurgencia contra la exacción de las riquezas naturales y, pasa desapercibida una fecha tan importante.
    No obstante, no se puede pedir a Ricardo Palma un análisis dialéctico, una rigurosa interpretación de los hechos desde el punto de los vencidos, menos una visión libertaria y desestructurante. Menos una nueva historia desde lo  andino como lo propuso y escribió Edmundo Guillén Guillén (11). Tampoco exigirle el uso de instrumentos de análisis con los que ahora cuentan las ciencias sociales. Ricardo Palma pertenece a su tiempo y a la sociedad dominante, a la mentalidad colonial en la que vivió y escribió.
    Lamentablemente a Ricardo Palma se seguirá leyendo en las escuelas fiscales pobres, mientras los niños no tengan el apoyo del Estado-nación. Entre tanto no tengan una biblioteca con nuevos libros de historia descolonizada ni textos que los doten de los nuevos conocimientos, seguirán fsumidos en la más honda pobreza cultural. El Estado-nación ha implementado desgraciadamente una política económica neo liberal destructiva y ha convertido al Perú, en una República política, cultural y económicamente dependiente y Lobysta.       

1.- Contrainvetigación y desestructuración. Se trata de volver a investigar para establecer otra interpretación de los hechos, acudiendo a las mismas fuentes y establecer una distinta visión de una imposición colonial. Al mismo tiempo, reinterpretar la cambia la estructura de las mentalidades. En síntesis discutir y establecer una descoloniedad pedagógica y paulatina.   
2.- Ricardo Palma; Tradiciones Peruanas, Lima, Editorial Adelante, 1999, p.38. 
3.- Libros usados, en la mayoría desfasados. Los alumnos de escasa economía acuden a los puestos de venta de libros usados, para después tenerlos como textos de consulta. En ningún caso los libreros venderían libros de reciente impresión, esperan que algunos padres de familia vayan a venderlos o que los compradores de textos usados los adquieran a bajo precio, en casas donde los hijos ya no necesten los textos. 
4.- Hallar fácilmente en Internet. No es una novedad decir que la gran mayoría de los alumnos no se dan el trabajo de leer libros, acuden al Internet para hacer sus tareas.  
5.- Ricardo Palma. Tradiciones Peruanas. El corregidor de tinta. Lima, Editorial Adelante, 1999, p. 68.
6.- Ricardo Palma. Tradiciones Peruanas. El corregidor de tinta. Lima, Editorial Adelante, 1999, p. 58.
7.- Montado en su caballo blanco.- Texto que ha pasado a ser parte de la memoria histórica oral.
8.- Carlos Daniel Valcárcel. La rebelión de Túpac Amaru. Biblioteca Peruana. Lima, Editorial Peisa, p. 62.   
9.- Carlos Daniel Valcárcel. La rebelión de Túpac Amaru. Biblioteca Peruana. Lima, Editorial Peisa, p. 62.
10.- Colección Documental de la Independencia del Perú. Comisión Nacional del sesquicentenario de la Independencia del Perú. Editorial Jurídica S.A., Lima, 1974.   
11.- Edmundo Guillén Guillén. Ensayos de Historia Andina. 2 tomos. Lima, Universidad Alas Peruanas, 2005.     



                           Ricardo Palma y la cultura andina.

   El celebrado tradicionalista Ricardo Palma, tal como lo asevera en su sabrosa narración titulada: El alcalde de Paucarcolla, se refiere a un hecho sorprendente, de cómo así fue que el diablo llegó a ser alcalde en ese pueblo. Pero con el correr del tiempo nadie recuerda ese acontecimiento ya sea imaginado o real. La explicación consiste en que la memoria social se modifica cada cien años y en algunos casos, los hechos llegan a desaparecer, debido a las migraciones humanas, catástrofes, guerras, pestes, sequías y otras calamidades sociales.
   Lo único que ultimadamente queda como en este caso, es el registro escrito e histórico que permite sobre todo, hacer un análisis de las mentalidades, de las formas de pensar y las ideologías. Más allá de los hechos que narran las tradiciones de Ricardo Palma, su aporte consiste en haber realizado un catastro de ideas imperantes en torno al poder, a la política, a la administración, a la justicia, a los usos y costumbres.
   Específicamente en el texto El alcalde de Paucarcolla, el personaje principal es el diablo. Se trata de Lucifer, de Satán, de Mefistófeles, del personaje de origen bíblico, de una creación de origen judío-cristiana. No se trata del saxra o supay de origen quechua y mucho menos del supaya o saxra de origen aymara.
   Entre el diablo occidental y el diablo andino hay una marcada diferencia debido a una distinta personalidad, diferente sicología, forma de existencia e influencia debido a los males que generan. Para el cristianismo, Satanás es un ángel desterrado por haberse rebelado contra los designios de Dios. Es perverso, malo, está al acecho para inducir al pecado, puede presentarse y desaparecer, determina el comportamiento de las personas. Está vivo en la tierra y su hábitat natural es el infierno a donde irán a quemarse todos los pecadores, salvo que se arrepientan, confiesen y comulguen antes de morir.
   En cambio, el diablo andino es un ser que apareció después de la humanidad y habita en la realidad cotidiana, en los sueños y peligrosos lugares donde se presenta de diversas formas. El saxra, supaya o supay castiga en vida a los perversos y abusivos, cuida las minas, preserva los metales, camina y establece marcas en la conciencia personal como colectiva de los habitantes andinos.
   El supay llamado también T’io habita las entrañas de la tierra y para trabajar en las minas es preciso pedirle permiso, hay que pagar a la tierra, hacer una ceremonia previa antes de iniciar las labores mineras. El T’io es dueño de las vetas más ricas, conduce a los mineros, pero también puede provocar derrumbes como enfermedades. No se trata de Satanás que es pobre, miserable y rencoroso.
   El diablo andino es generoso, rico y dadivoso, es protector de quienes trabajan en el subsuelo en condiciones infrahumanas. Es dueño de metales preciosos, de las minas más ricas y entrega poco a poco oro y plata para que subsista el pueblo que lo venera. Mucho depende de las ceremonias y fe de los mineros que sacrificadamente bajan a las minas para envejecer o al cabo de un tiempo o morir con cilocosis. Al supay, llamado en algunos lugares anchancho o chinchilico, se le entrega ofrendas, se le ofrece comidas y bebidas, se ofician ceremonias de pago a él y a la pachamama a cargo de los yatiris.   
   El diablo occidental no entra a la mina y menos se permite que un cura se asome a los lugares donde hay metales porque representa al mismo diablo. Tampoco se permite que las mujeres entren a las minas porque subsiste la creencia de que el supay podría enamorarse y, perder sus poderes. No en vano se afirma que cuando un hombre aymara se enamora, es porque le ha entrado el sublime demonio del amor y puede llegar a enloquecer a causa de una pasión no correspondida.
   De acuerdo a la mentalidad quechua y aymara, el diablo de origen europeo vive oculto detrás de los altares, habita en las torres, está en los templos, en las capillas y cementerios. Tiene un pacto con los curas para hacer daño, para generar pobreza y enfermedades. La gente que tiene dinero, los políticos y autoridades de turno han hecho un pacto secreto con el diablo. Los curas sueltan al diablo blanco para amedrentar mediante las leyes, el Estado y presencia de policías y soldados.
   El diablo cristiano tiene un rostro horrendo, cuernos, cuerpo deforme, hiede y su presencia significa siempre una desgracia, anuncia una muerte. El diablo andino en cambio, ríe, tiene el cuerpo de un animal parecido a un perro o a un zorro, habla, vigila los caminos y atormenta a los asaltantes. Las diferencias más nítidas se expresan en la diablada de Bolivia que ha sido asimilada y en parte modificada por la diablada de Puno.
   El diablo andino baila en las danzas ancestrales, en las festividades del calendario agrícola, en la danza de los Saxras de Paucartambo del Cusco, en los diablitos de los Tundikes de Bolivia, en los diablos de las zampoñas de Mañazo de Puno, son también los supayas que se ocupan de quemar a la imagen de Judas en la Semana Santa.
   De acuerdo a la tradición de Ricardo Palma, Ángel Malo era un moro converso solo por conveniencia y muy joven llegó a Paucarcolla, cuando allí aun resplandecía el poder colonial. Con el paso del tiempo adquirió tierras, riqueza, fama y poder, por lo que fue designado alcalde. Para congraciarse con la iglesia, obligaba a la población a asistir a la misa hasta que tuvo la mala suerte de prestar una acémila a un cura que llegó a Lima en menor tiempo del que normalmente se hacía.
  Ese hecho hizo que pensaran que sólo el diablo podía tener ese poder. Entonces, una mañana entraron a su casa y lo obligaron darse preso en nombre de la Inquisición que castigaba a herejes y no cristianos. El diablo, o sea el alcalde de Paucarcolla, civilmente llamado Ángel Malo, corrió hacia el Titicaca donde se abrió una puerta y se perdió en el interior,  salvándose así de ser quemado vivo.
   En cambio, el diablo andino no llegó a ser acusado ni procesado por el Tribunal de la Inquisición, al menos no aparece así en los documentos ahora al alcance de los historiadores respecto a los crímenes cometidos en nombre de Dios para extirpar idolatrías, matar a las brujas y hacer una limpieza de males provocados por el demonio.                     
    En la narrativa andina hay un cuento que narra el juicio que sostuvieron el supay con Satanás y se disputaron quién tenía más derecho para vivir en el Perú. Después de litigar y pagar a los abogados, testigos, amanuenses, secretarios, tramitadores, políticos, jueces y vocales, el supay perdió el juicio debido a la influencia y recomendación del presidente del Perú. De ese modo Satanás es dueño de las almas de los ricos y mestizos. Al supay se le entregó el ajayu, el alma de los aymaras y quechuas.
   Pero no se dieron cuenta que al desterrarlo al subsuelo el supay resultaría dueño de las minas. En cambio, el diablo blanco se contentaría con pedazos de hostias que caen en la misas. De ese modo es pobre y por eso  cruel, cuando un cristiano muere lo arrastra a los infiernos para sacarle la grasa con la que se alimenta.
  Lo que no se ha dado hasta ahora es un encuentro entre el diablo hispano, judío, cristiano y el supaya o diablo andino y no se dará nunca porque cada uno tiene su hábitat. Los supayas no entran a los templos ni a las capillas. En cambio, la diablada hispano criolla, mestiza confiesa, comulga y escucha  misa. Los diablos son alferados y caporales, pertenecen a la cultura dominante, son abogados, médicos y magistrados, bailan con bandas de música hasta de ochenta componentes.
    En cambio los supayas bailan danzas ancestrales con zampoñas, quemas y tamborcillos. Por lo general se disfrazan con cuero de oveja o de zorro, no dirigen a los bailarines, son jóvenes pobres a quienes la comunidad les encarga hacer bailar a los supayas para que estén contentos. Así, Ricardo Palma se refiere al diablo que trajo la cultura occidental y cristiana, no al supay. Pero su narrativa de todos modos ahora nos permite ver más allá de los hechos y las anécdotas. En los primeros años del siglo XXI Paucarcolla es una población si cura y el pequeño templo sólo abre sus puertas en las festividades religiosas. Todas las tardes llega el viento de la soledad cósmica para barrer las huellas del pasado y, por sus estrechas calles regresan los pastores pobres, que todos los días mueren un poco al fondo del tiempo sideral.